Con 60 mil cirugÍas al año, el culto a la juventud y el deseo de alcanzar la perfecciÓn ha convertido a Venezuela después de Brazil en el segundo lugar de cirugías plásticas, botox, laser, y colágeno. Y de acuerdo con las estadísticas, alrededor de diez por ciento de los pacientes tiende a volverse un incontrolable adicto.
Existen dos momentos en nuestra vida en que se recrudece esa necesidad de obtener una perfección física: a los 30 años, cuando pasamos por la adultez joven y necesitamos reafirmarnos, y alrededor de los 50, cuando los efectos del paso del tiempo, como las arrugas y la flacidez, empiezan a hacerse más notorios y a darnos la sensación de que perdimos todo atractivo.
A diferencia de las cultura europeas, en las que invertir en el cuerpo no es del todo bien visto, en paíse latinoamericanos como Mexico, Brazil, Colombia, y Venezuela, hacerla se ha convertido en sinónimo de estatus y orgullo.
En lugar de optar por un aspecto natural, la mayoría de las mujeres está influenciada por los escotes de Hollywood y, en lugar de preferir los implantes en forma de gota o anatómicos en un tamaño proporcional a su tórax, prefieren prótesis grandes y de formas redondas que dan volumen excesivo a la parte superior.
Las consecuencias del abuso pueden ser graves: cuerpos plásticos con medidas irreales, y rostros en el que la piel pierde su textura natural y carece de poros y lineas de expresion. Con demasiado láser la piel parece de marmol; con demasiados peelings químicos, ocasionan inflamaciones crónicas, y exceso de colágeno y botox da un aspecto de pez globo.
Ciruganos plásticos y demarmatólogos son los primeros en admitir que, en muchas ocasiones, el resultado de dicho procedimiento resulta artificial y poco atractivo, pero lo más sorprendente es que la mayoría de los adictos a los tratamientos estéticos están conscientes de que aunque su aspecto provoca sorpresa y curiosidad, están conformes con ello. Saben que no se ven natural, que no es recomendable, que su médico no esta de acuerdo, pero les tiene sin cuidado.
Desde que se inventó la cirugía el abuso de los tratamientos estéticos supone un problema. En general, las mujeres con un desorden psiquiátrico son aquellas que se vuelven adictas al bisturi y quieren más y más, sin recibir alguna satisfación con el resultado.
Aunque los cirujanos plásticos no estan muy familiarizados con el tema, cada vez lo dotan de mayor seriedad, pues han notado que después de cierto número de operaciones, suelen ser demandados por estas mujeres, quienes desatan su furia al no quedar conformes con los resultados.
Debiera haber una asociación entre psiquiatras y cirujanos cosa que no es tan frecuente como debiera, los médicos por su parte carecen de herramientas necesarias para detectar a los pacientes que padecen el Desorden Dismorfico Corporal (DDC), una alteración caracterizada por una preocupación desmedida ante un defecto imaginario de su pariencia física.
Este sindrome afecta al 5% de la poblacion mundial, y aunque no todos lo padecen, terminan sometiéndose a una o más cirugías plásticas, de acuerdo a la Sociedad Americana de Cirugia Estetica (ASAPS), debe considerarse una señal de alarma si alguien entre veinte y treinta años se ha practicado más de seis o siete operaciones estéticas.
Los expertos afirman que hacen lo posible por determinar la verdadera motivación de un cliente antes de someterlo a cualquier procedimiento. Los cirujanos deben elegir a sus pacientes, no los pacientes a los cirujanos, pero un especialista (psicólogo o psiquiatra) es el más apto para hacer una valoración correcta.
Por: Agustin Carias
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